martes, 16 de abril de 2013

Sheldon Stryker


El acercamiento estructural tiene en Sheldon Stryker a su representante más comprometido. Stryker (1964, 1980) enfatiza el papel de la sociedad en la determinación de los roles sociales, proponiendo que las estructuras significantes sociales definen límites, barreras y facilidades para la interacción. La estructura no determina, pero sí impone construcciones: los hombres producen la sociedad, pero lo hacen como actores históricamente situados, no en condiciones en que prime su propia elección. Las estructuras sociales limitan, por sus características, el grado en el que los roles se «construyen», no sólo el grado en el que se «adoptan». Para Stryker los roles sociales no sólo se aprenden y representan por las personas cuando los ocupan dentro de la estructura social, sino que también se modifican por efecto de esa estructura, posibilitando así un puente entre persona y sociedad. Las personas aprenden, mediante la interacción con otras, la manera de clasificar el mundo y la manera en que se espera que se comporten en él.


Desde el acercamiento interaccional, Ralph Turner matiza la idea estructuralista acerca de cómo los roles aprendidos a través de la socialización son transferidos a los actores desde la estructura social, y enfatiza, por su parte, la importancia de la participación de estos actores (Turner, 1970). Si los estructuralistas inciden en la forma en que los seres humanos son construidos por su cultura y su sociedad, el modelo de Turner subraya cómo se crea la cultura y la sociedad por los actores interactuantes. Para Turner el role-taking no es sólo una representación de un rol bien definido y dado, sino que supone una elaboración del rol a través de la interacción con los otros y con el contexto: los individuos toman la iniciativa de asumir roles y de comunicar a los otros el rol que están desempeñando. Turner entiende que la estructura social y la cultura ofrecen al individuo un contorno para la conducta, que no está del todo bien definido y que es la persona quien deberá completarlo.


La tercera ramificación a la que nos referiremos es el acercamiento microinteraccionista, cuyo principal representante es Erving Goffman. En el libro con el sugerente título de «La presentación de la persona en la vida cotidiana», Goffman (1959) elabora la metáfora dramatúrgica, en alusión a las representaciones teatrales. Pretende examinar la forma en que los individuos se presentan a sí mismos ante los demás en las situaciones ordinarias de la vida, así como el modo en que tratan de controlar la impresión que de ellos se formarán los otros. Si uno de los supuestos del interaccionismo simbólico es que la realidad social se construye simbólicamente en la interacción, Goffman da un paso más y propone que la realidad social se puede manipular y, de hecho, se manipula para presentar una imagen lo más favorable posible de uno mismo: cada persona trata de influir en la definición de la situación que los otros realizarán. Así, toda persona podrá ejercer influencia en esa definición que hacen los demás, expresándose de tal forma que dé a los otros la impresión que pretende. Creada esa impresión, los otros actuarán, aunque voluntariamente, influidos por la imagen que ha querido dar esa persona −y viceversa−.



Es característica de la propuesta microinteraccionista su énfasis en la fluidez y dinámica de los roles. Así, siguiendo con la metáfora teatral, Goffman afirma que existe una realidad entre bastidores y otra realidad en el escenario: los roles son asumidos en función de estar en el escenario o fuera de él. Así, los roles serán eventuales en las interacciones con otros actores y, de esta manera, se organizarán por sistemas de reglas. También importante es la consideración que hace del self, entendiendo que éste se va definiendo por el contexto interaccional y por la forma en que la persona enmarca o comprende el contexto y las reglas.





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